Es un poco viejo y no se si lo habeis leído pero a mi me gusto mucho. Ahí va:
Para un transeúnte normal y corriente, una valla, un banco o una farola son simples elementos del mobiliario urbano. El parkour los reinventa utilizándolos como si fueran aparatos de gimnasia. El objetivo: fluir rompiendo barreras.
Yamakasi. Un término que suena a japonés pero que, en realidad, es de origen zaireño. Fue casi con toda seguridad su significado; hombre fuerte, de espíritu y cuerpo fuerte, lo que motivó a un grupo de chavales franceses a adoptarlo como nombre de guerra. Los Yamakasi decidieron un buen día replantear su relación con el entorno. Se empeñaron en conseguir dominar la ciudad y que ésta ya no les dominara más a ellos. En pocas palabras, se sacaron de la manga una técnica que burlaba las limitaciones de movimiento provocadas por las barreras arquitectónicas del paisaje urbano. Y tal fue el eco que, con el tiempo, tuvieron sus evoluciones en tan singular práctica, que llegaron incluso a protagonizar una película con su propio nombre. Yamakasi sirvió de inspiración y punto de partida para miles de futuros traceurs, que es como se hacen llamar los practicantes de parkour, esa disciplina urbana que se dio a conocer al gran público a partir del mencionado film. Sin embargo, el verdadero origen del parkour se remonta a David Belle, un joven originario de Lisses (Francia) que, junto a su colega Sebastian Foucan, ideó en la década de los 80 un “juego” que sustituía las cabriolas en los columpios por la pericia con el mobiliario urbano. Una práctica que empezó como mera diversión y terminó por convertirse en toda una filosofía de vida, una particular forma de pensamiento que va mucho más allá de lo que muestra la película y que es lo que en el fondo mueve a los auténticos traceurs. Como a Dani Sampayo (23 años, Irún), considerado como el precursor del parkour en España y que lo define así: “El parkour es una disciplina, un arte que trata de reutilizar la arquitectura urbana, de adaptarse al medio en el que nos movemos cada día, sin seguir un camino definido por nadie. Trata de crear un recorrido propio y buscar la libertad en un espacio cerrado”. Sampayo también considera que “saltar por saltar es fácil, pero hacerlo con sentido, no”. Según él, “hay que preparar cuerpo y mente para conseguir avanzar cada día, para poder llegar de un punto A a otro B de la forma más rápida, fluida y técnica posible”.
La esencia del “arte del desplazamiento”
Preparación física y, sobre todo, mental. En esta dualidad se sustenta la piedra filosofal del parkour, pues a medida que se van superando los obstáculos físicos, se van superando también los mentales, aquellos en los que se sustentan nuestros miedos y limitaciones.
Albert Mulà, Skal, traceur de Barcelona, remarca en www.bcntraceurs.com, la web que administra junto a Jorge Pastor, Neo, la importancia del factor mental: “Por mucho que sepas caer bien, si tienes miedo, tu salto no saldrá bien”. Neo y Skal practican parkour por las calles de Barcelona desde hace dos años y hoy se les ha unido Axel, que empezó como grafitero y poco a poco se dejó seducir por lo que en el argot traceur denominan “el arte del desplazamiento”: “Es una mezcla de diversión, deporte, filosofía, oxigenación mental… Un cúmulo de senti-mientos”. Estos tres chavales, como tantos otros, se empezaron a interesar por el parkour a raíz de Yamakasi y son un buen ejemplo de la camaradería que caracteriza a la comunidad traceur. La mayoría de practicantes estudian y trabajan, así que arañan tiempo de donde pueden para ir perfeccionando su técnica. Sin embargo, Neo, a pesar de que ya no se ejercita con tanta frecuencia como al principio, tiene muy claro cómo debe ser la relación de un buen traceur con el parkour: “Lo realmente importante, más que la frecuencia con que se practique, es respetar su esencia y que no se pierda su significado. Estoy de acuerdo en dar a conocer el parkour, pero tal y como es, para que no se acabe convirtiendo en un simple deporte que aparezca en anuncios de Hugo Boss”.
Para ellos, respetar su esencia, comporta no traicionar sus principios básicos; o sea, no impregnarlo con tintes comerciales y de espectáculo, no ceñirlo al corsé de las competiciones y, sobre todo, no practicarlo de forma temeraria. Precisamente, concienciar a los novatos de practicarlo con cabeza y aprender a convivir con la incomprensión de la mayoría de transeúntes, son dos de los aspectos que centran sus esfuerzos. Para entender el parkour nunca hay que olvidar que todos sus rasgos característicos confluyen en un mismo concepto, un lema distintivo que, a priori, le augura una larga vida: “Ser y durar”.
La controversia de ser mediático
El parkour es todavía una práctica bastante minoritaria, pero sus incursiones en el cine, la publicidad e incluso en el mundo de los videojuegos le han servido para ir presentándose poco a poco en sociedad. Este es sin duda uno de los aspectos más controvertidos para los puristas de la disciplina. Dani Sampayo tiene su opinión al respecto: “El parkour, por moda, está siendo usado últimamente como herramienta publicitaria, al igual que antes lo fueron el skate, el break dance, etc. Siempre y cuando no sea el concepto parkour lo que se venda, pienso que se debe aceptar su exhibición. Está ahí y llama la atención”. Las portentosas habilidades de los Yamakasi no pasaron desapercibidas a los ojos del cineasta galo Luc Besson, que recurrió a ellos en Taxi 2 (2000) y apostó decididamente por la recreación de su historia un año más tarde en Yamakasi (2001), de cuyo guión fue responsable.
Con varias campañas publicitarias por el camino, la fiebre por el parkour como fuente de inspiración ha vuelto a subir recientemente con el videojuego para PSP Free Running (Core Design), y Los hijos del viento, el thriller de acción de Julien Séri que en esta ocasión lleva a los mediáticos Yamakasi hasta Bangkok.